Hablar de cooperativismo es enarbolarlo como un movimiento social, debido a las funciones que realiza dentro del entramado social a nivel internacional. En el campo teórico, el movimiento cooperativista no ha tenido un desarrollo amplio. Esto se debe en primera instancia por la falta de establecimiento de metodologías que permitan a los investigadores generar un marco teórico-conceptual que disipe las ambigüedades conceptuales y la utilización errada de términos como “movimiento cooperativista”, “modelo cooperativista”, “corriente cooperativista”, entre otros.
Los teóricos en el ámbito cooperativista han llegado a la conclusión que la primera acción del movimiento como tal se da en Inglaterra en 1844 dentro de una empresa textil de Rochdale, mediante un cambio en el objetivo de lo que hasta ese momento era la acumulación de la riqueza a costa de los trabajadores que para ese momento eran 28. Esta acción es la primera (teóricamente) acción del movimiento cooperativista.
Este movimiento se ha caracterizado por la gran capacidad de adaptación ante diferentes escenarios: en el geopolítico ya que ha prosperado tanto en Estados Unidos como en Rusia, tanto en el sistema Capitalista como en el Socialista; también en la estratificación social, ya que en este movimiento pueden entrar todas las clases sociales (ya sea que se unan o que se creen entre dichas clases) y; en lo cultural porque independientemente de la cultura en que se intente desarrollar, el movimiento cooperativista tiene el mismo factor de génesis: resolver una necesidad concreta.
De acuerdo con Rojas (2014, p. 19) “… las cooperativas asocian a alrededor de 1000 millones de personas en todo el mundo; es decir, uno de cada siete seres humanos”. Allí está la magnitud de un movimiento internacional y, por ende, la urgencia de marcos teóricos estables que permitan explicar y ayudar en la transformación y expansión de este modo de vida.
En estas circunstancias, el año 2012 fue nombrado como el Año Internacional de las cooperativas, por parte de ONU, en un intento de enfatizar y visibilizar la potencialidad de este movimiento que tiende matices diversos y adaptables de acuerdo a la región y los individuos que se insertan en esta forma de reconfiguración de las relaciones sociales a nivel personal, colectivo y contextual.
Indudablemente la necesidad en la que la mayoría de las personas están es justamente la exclusión, pobreza y muerte dentro del capitalismo y en especial de la globalización. Clodomir Santos (2002) afirma:
Rojas (2014, p. 19) afirma que, “debe destacarse que las coopertavias dan ocupación directa a 100 millones de personas y las 300 cooperativas más grandes en activos conforman, en su conjunto, la novena economía del mundo”. Es decir, el cooperativismo, lejos de ser un sistema económico que busca el lucro como lo hace el capitalismo, es un sistema organizativo que busca el bienestar con los asociados, la sociedad en general y la naturaleza a través de la cooperación.
Para esto se debe entender que cooperativismo proviene del verbo cooperar y éste del latín cooperare, el cual según el diccionario significa “Obrar conjuntamente dos o más personas o entidades para conseguir un mismo fin” (Larousse, 2010, p. 287). Esta definición es la que da como carácter principal al movimiento; la idea de la acumulación de riqueza no se encuentra dentro del fin último del cooperativismo, al contrario, y como se verá más adelante, es dar una mejor calidad de vida.
Este es un fragmento del post:
El cooperativismo en México. Una alternativa en análisis- Raul Olmedo
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